Antonio Muñoz
Monge / “El Dominical” de “El Comercio” ( 22-01-12)
En
Junín se desarrolla el Plan Chihuaco: el objetivo es salvar las plantaciones del guindo o capulí y al
chihuaco, el ave que
vive
de este fruto. Ambos están amenazados por la ancestral costumbre de la yunsa o tumbamonte.
“ Porque soy
humilde
chihuaco me dices
antes que conozcas
lo que es mi cariño…
“
(Verso del
huaylarsh “Yo soy chihuaquito” de Emilio Alanya ‘Moticha’).
El guindo o capulí regala un pequeño y agradable fruto con una lisa
y brillante cáscara de color guinda, de acuerdo a cuán maduro se encuentre. Este
popular fruto, que a partir de los primeros días de febrero se ofrece apetitoso
en las calles o puertas de los mercados de Huancayo, Jauja, Concepción, Orccotuna, Sicaya y los numerosos pueblos del
valle del Mantaro, es alimento del chihuaco (zorzal).
El árbol, asimismo, durante los meses de febrero y marzo, es el
preferido de los seguidores de la fiesta del tumbamonte, yunsa, tumbaárbol o
como se llame, que en carnavales se desarrolla en todos los pueblos del Perú.
El guindo es entonces cortado (en algunos casos es donado y, en
otros, se roba el árbol) y ‘plantado’ en la plaza del pueblo o en un campo
abierto, adornado con serpentinas y regalos. La fiesta se inicia con bailes, huainos, mulizas y brindis; y, en
el momento cumbre de la celebración, los presentes se turnan para tumbar el árbol a
hachazos. Así se echan por los suelos miles de árboles, especialmente guindos, con
lo que se deja de paso sin casa y alimento a miles de chihuacos, aves que cada año se van extinguiendo.
Sí, miles, porque el tumbamonte no solamente se practica en el
valle del Mantaro, sino en todo el Perú, desde Lima hasta la selva.
EL
ÁRBOL Y EL AVE
En los Andes, existe una feliz correspondencia entre este árbol y
su fruto, y el ave de plumaje oscuro, mediano tamaño, pico y patas amarillos, conocida
en los Andes centrales como chihuaco, en la sierra norte como yaquis o
simplemente como zorzal, un animal que es compañero inseparable del campesino.
Los chihuacos anuncian con sus vuelos y cantos alegres la llegada
de las lluvias y también, con un canto cortado, la sequía. Cuando se aproximan
las lluvias, los chihuacos vuelan de un lugar a otro, cantando sin cesar,
jugando en el aire y posándose en las partes altas de los árboles, tejados y postes.
Por eso, en la región Junín, se desarrolla este año el Plan
Chihuaco, que tiene por objeto salvaguardar la población del guindo y también de
esta tradicional ave, presente en no pocos mitos ancestrales .
PROYECTOS
SALVADORES
El megaproyecto Reforesta Junín, llevado a cabo por el gobierno
regional, ha diseñado el programa Adopta un Árbol, con la colaboración de
sesenta instituciones educativas de Huancayo, Chupaca, Concepción y Jauja, que
han instalado más de 10 mil plantones de especies forestales nativas y
exóticas.
Además, está programada la plantación de tres millones de
arbolitos en 2.400 hectáreas de 74 comunidades del valle del Mantaro.
Asimismo, desde 1997, la Asociación Civil Canto Vivo, Ecología y
Cultura Popular, dirigida por la intérprete del cancionero andino Nelly Munguía,
implanta y divulga la práctica del “plantamonte”, en contra del nefasto tumbamonte.
El guindo
Nuestro
noble guindo naturalizado peruano es de origen mexicano. Alcanza hasta unos 15
metros; es de
tronco regularmente grueso, abundantes ramas y hojas verde oscuro. Su madera es
dura, apreciada por ebanistas y artesanos; además, rechaza las plagas. Es
también famosa la guinda de Huaura, producto de este mismo fruto macerado en
pisco.
***
Por su culpa comemos tres veces al día
Según
la tradición andina, el chihuaco es algo distraído y desmemoriado. Por su
culpa, nosotros, hombres
y mujeres, comemos tres veces al día. ¿Cómo así? Se dice que, cuando el mundo fue
creado, el Apu Mayor congregó a todos los animales del universo y les asignó
tareas definitivas. Al
chihuaco le encomendó informar al hombre que había establecido que comería una vez
cada tres días, pero esta ave distraída, luego de unos días de vagabundeo,
recordó súbitamente
su tarea y apurada alcanzó al primer campesino que vio y le informó la decisión divina:
“Escucha, buen hombre, soy portavoz del mensaje del Apu. Él, con su bondadosa
sabiduría, ha
dispuesto que, a partir de hoy, tú y tus semejantes comerán tres veces al día
con el sudor de su trabajo. No olvides: tres veces al díaaa”, repitió y se fue
volando veloz. Este error le costó al chihuaco el castigo de marcar su paso
continuamente con el producto de sus intestinos. Por eso, cuentan los más
viejos, no se llena, porque expulsa rápidamente lo que ha comido. Además, la
naturaleza le juega una cruel
pasada: cuando llega la estación de lluvias, él se luce alegre, canta y
orgulloso pasea su bella estampa, pero esto le dura lo que duran las lluvias.
Cuando los campos se amarillean en una sequedad triste y los frutos
desaparecen, entonces al chihuaco se le apagan los colores y la vivacidad, y
sumiso corretea por basurales comiendo carroña. De las múltiples referencias que
existen sobre el chihuaco, en los pasos del huaylarsh se remedan sus saltos y
su enamoramiento como el “alan paquiscca” (ala rota).
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